NUEVA ÉTICA – La Máquina volvió como si nunca se hubiera ido

Hablar de Nueva Ética no es hablar simplemente de una banda. Es hablar de un movimiento, de una forma de vida, de una comunidad que sobrevivió incluso cuando los escenarios se quedaron vacíos. Pasaron más de diez años desde su última presentación oficial en el Teatro Flores, y sin embargo, la sensación al llegar este 9 de noviembre era la de reencontrarse con algo que nunca se apagó.
Afuera del Teatro Flores no había clima de recital: había clima de reencuentro. Gente abrazándose fuerte después de años sin verse, saludos que parecían volver a pegar pedazos del pasado, sonrisas nerviosas. Esa energía decía una sola cosa: este regreso no era solo un show; era la unión que muchos necesitaban. Porque si hay algo que distingue a Nueva Ética, más allá de la música y del hardcore más crudo, es la familia que construyó alrededor.

A las 21 h el movimiento se volvió urgencia: la gente corriendo, empujando para entrar, llenando cada rincón del lugar.
Las luces se apagaron.
El telón se abrió.
Y la máquina volvió a rugir.

Sobre el escenario, el grupo Vegan Straight Edge más influyente de Sudamérica volvía a ponerse frente a su gente. Y el público explotó.

Los himnos históricos se sucedieron uno atrás de otro: temas de discos que marcaron una época y que todavía arden en la memoria emocional de toda la escena. La respuesta de la gente fue total: cánticos, puños en alto, mosh frenético, ojos brillosos.

Gerardo bajó varias veces del escenario para encontrarse con el público cara a cara, como siempre lo hizo. Alberto entregando el micrófono al borde de la valla para que cada garganta se reventara cantando. Eso no se ensaya: eso es pertenencia.
Hubo un momento de tensión cuando uno de los guardias de seguridad reaccionó con violencia frente a alguien del público que hacía mosh. La banda frenó todo: Alberto gritándole desde el escenario para que se calmara, dejando claro algo que define a Nueva Ética desde los inicios: esta noche la energía es de todos, y nadie viene a reprimirla.

Si hay algo que siempre se asocia con los shows de Nueva Ética es la gente arriba del escenario, volando, tirándose desde los monitores. Pero esta vez estaba la valla fija del Teatro Flores. El público empezó a gritar que la saquen, pero por protocolo no se podía. Sin embargo, ni eso detuvo la fiesta: la avalancha humana encontró igual sus caminos.

Entonces pasó algo que encendió la memoria colectiva:
Desde el escenario empezaron a volar papelitos, como en las viejas épocas.
Y en esos papeles había un mensaje que desató la locura:
Nueva fecha – Nueva Ética – 21 de noviembre en Matienzo – SIN VALLA.
Las entradas salieron a la venta y en menos de 24 horas se vendió más del 50%. Todo exactamente como antes: boca en boca, familia llamándose, el pulso del under revive.

Tema tras tema, sin pausas, sin cortes, como si la máquina jamás se hubiera detenido. Y cuando el show terminó, muchos se quedaron de pie pidiendo más, sabiendo que lo que vivieron fue histórico… pero también sabiendo que esto recién comienza.

Porque además de Matienzo, ya se confirma un show en Chile.
Y la pregunta queda flotando en el aire, con el corazón latiendo a mil:
¿Habrá más de la Máquina?
Este regreso demostró algo que no debería olvidarse:
Nueva Ética nunca se fue.
Porque cuando una banda trasciende escenarios y se convierte en familia, en identidad, en refugio, entonces no necesita estar activa para existir.
Volvieron, sí. Pero en realidad, no se habían ido jamás.

Y eso se sintió en cada abrazo, en cada salto, en cada grito compartido.
Porque Nueva Ética es familia.
Y la familia, cuando se reencuentra, arde.

Cronica y fotos por Pablo Reinante 

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